Sé cómo encontrar a Willy el Tuerto. No quisiera alarmaros, pero sé cómo encontrar a Willy el Tuerto. No tengo ningún mapa (todavía), ni ningún doblón que me marque un punto de partida y la ruta que, de puro sencilla, no se la haya ocurrido aún a nadie. No tengo calavera de metal que me sirva de improvisada llave y ni si quiera he leído el diario de Chester Copperpot. Pero sé cómo encontrar a Willy el Tuerto. Y lo que es más importante: sé que hay que encontrar a Willy el Tuerto. No ya por su tesoro, que tal vez nos ayudase a pagar la hipoteca a esos malditos especuladores que quieren desahuciarnos para convertir nuestro barrio en un campo de golf, o en viviendas vacías para los bancos, o en el negocio de los que no agotan su avaricia (ojalá que cuando tiren nuestra casa se les caiga encima… y les pille las pelotas). Tampoco por ser la única salida posible, a pesar de tener a tantos Fratellis pisándonos los talones, asustándonos a veces y enrabietándonos otras, queriendo arrebatarnos el premio que nos pertenece o, lo que es peor, intentando separarnos. A nosotros. Separarnos a nosotros. Malditos Fratelli…
Sé que hay que encontrar a Willy el Tuerto porque podemos encontrar a Willy el Tuerto. Sólo por eso merece la pena arriesgarse. Sé que hay que encontrar a Willy el Tuerto porque juntos podríamos sortear absolutamente todas las trampas (y las tuampas) que quisiera ponernos, porque nos complementamos (tú tocas el piano, tú sabes de fontanería y tú confundirías una vela con dinamita), porque el camino y la aventura nos llama, porque necesitamos volver a soñar con historias de barcos pirata, tesoros escondidos, buenos y malos, finales felices, beso a la chica (o a la de nuestro hermano) y luchas para salvar a nuestros amigos. Sé que hay que encontrar a Willy el Tuerto porque a vuestro lado no me da ningún miedo, absolutamente ningún miedo, leer que «el rufián que intentare descifrar el contenido de este mapa pagará su osadía con la más terrible de las muertes«, porque a vuestro lado me río de la más terrible de las muertes. Sé que hay que encontrar a Willy el Tuerto porque no abandonaríais jamás en el pozo de los deseos, porque vuestro deseo sería seguir adelante juntos, adentrarse en la gruta, inventarse la forma de continuar, imaginar, rasgar velas con la «s» de Superman al pecho, saltar al agua desde el tablón si fuera necesario.
Hoy he salido del cine emocionado (he llorado un poquillo) y con una idea clara en la cabeza: quiero encontrar a Willy el Tuerto y me niego a renunciar a la aventura. Me niego a dejar de soñar y resignarme a creer que es imposible encontrar tesoros ocultos en barcos piratas perdidos. Además, lo voy a repetir: sé cómo encontrar a Willy el Tuerto. Y no tengo mapa, ni doblón, ni punto de partida, ni ruta sencilla, ni calavera de metal, ni diario de Copperpot…
Pero tengo a mis Goonies. Y los Goonies nunca dicen muerto.
No necesito más.
8 € !!! En serio, cuando lo he visto me lo habia pensado pero por ese precio…
Siempre seremos goonies; juntos hasta el final (e incluso más)
«I will never betray my Goon Dock friend / We will stick together until the whole world ends / Through heaven and hell, and nuclear war / Good pals like us, will stick like tar / In the city, or the country, or the forest, or the boonies / I am proudly declared a fellow Goony»
Sabes que yo también quiero ir contigo a encontrar al bueno de Willy.
me apuntooooooooooooooooooooooooo
-dice Belén-
La mejor pelicula de aventuras nunca vista,quien la ve jamás la olvida…yo la tengo hasta en DVD 😉