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El Ayuntamiento deja en el frío a 22 niños de El Gallinero mientras la alcaldesa inaugura el Belén municipal.

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Así ha quedado el poblado tras el paso de las excavadoras esta mañana. //Foto: Javier Baeza.

Informamos, junto a la gente de San Carlos Borromeo, de la falta de humanidad municipal ocurrida hoy a tan solo 12 kilómetros de las luces de Navidad. Una vez más y contraviniendo el acuerdo de no derribar durante los meses de frío, el Ayuntamiento de Madrid ha tirado abajo esta mañana doce viviendas en El Gallinero. Fruto de este nuevo atropello a los Derechos Humanos más básicos han quedado en la calle 22 menores y sus respectivas familias.

Como viene siendo habitual, la policía desplegada en el operativo de derribo no ha permitido el acceso ni a los voluntarios mediadores, ni a las abogadas de los vecinos de El Gallinero, ni a los médicos ni tan si quiera a la Cruz Roja. La indefensión de los pobladores, que no podían ni entrar ni salir del cordón policial, ha sido total, dándose casos como el de unos padres fuera del acordonamiento con sus hijos solos dentro de la casa o el uno de los habitantes cuya vivienda ha sido derruida sin poder acceder a la misma.

En el colmo de la falta de lógica operativa y coordinación por parte de las administraciones, ha sido derruida la vivienda de una de las personas contratadas por el IRIS (Instituto de Realojo e Integración Social de la Comunidad de Madrid) como trabajador socioeducativo con los niños y niñas del poblado, donde también vivían su mujer y sus tres hijos menores.

Mientras todo esto sucedía, para mayor desvergüenza, la alcaldesa de Madrid, Ana Botella, se encontraba inaugurando el Belén municipal y hablando a los niños de la importancia de la Constitución Española. Desde esta página, nos preguntamos: ¿Cómo puede celebrarse una Navidad dejando a niños y niñas a la intemperie? ¿Cómo puede ser que la señora alcaldesa tenga más facilidad para encontrar a Jesús en la cerámica de sus figuritas que en los críos de El Gallinero? Como dice un buen amigo, parece que para que haya Belén de verdad tendrá que haber no sólo un niño indefenso sin techo dónde nacer sino alguien que haga de Herodes en el poder.

Ante todos estos sucesos, acontecidos sin ningún aviso previo ni a los vecinos, ni a los mediadores, ni a las otras fuerzas políticas, denunciamos junto al equipo de voluntarios de San Carlos Borromeo esta nueva falta de respeto por la dignidad de las personas empobrecidas y a sus derechos más básicos y fundamentales. Consideramos que es intolerable que se sigan realizando derribos mientras no existe todavía ninguna hoja de ruta consensuada para esta población. Mucho menos con unas temperaturas que ponen en riesgo la vida de las familias y los menores que hoy se han quedado en la calle en Madrid.

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Ana Botella inaugurando la (su) Navidad.

Tiran abajo El Gallinero. Qué dolor… Qué vergüenza…

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Una imagen que lo dice todo. Casi un icono. Una vez más, el Ayuntamiento de Madrid, protegido por una impunidad vergonzosa y armado como un ejército con su cuerpo de Power Rangers municipales, se salta los Derechos Humanos fundamentales y derriba viviendas en El Gallinero. Viviendas y todo lo que pilla a su paso. El muro en el que tradicionalmente se pintaba el mensaje de esperanza con motivo del Día de los Niños y las Niñas, también ha caído. Un muro en el que este año, muy significativamente, se había escrito el lema «Tenemos un plan», lema con el que los voluntarios llevamos reivindicando desde el mes de septiembre pasado un plan alternativo para la gente de El Gallinero. Hoy el muro ha caído y, con él, Ana Botella pareciera estar diciéndonos «y vuestro plan, también».

En total, con la información con la que cuento en este momento, han derribado nueve viviendas, han movido el barracón que servía de aula de apoyo escolar, han tirado el muro y han aplastado el templo que esta misma semana habían terminado de construir los vecinos de El Gallinero. Sí, han derribado un templo. Por segunda vez en menos de medio año. La Ana Botella de misa diaria que mañana comulgará de rodillas y en la boca, ha derribado un templo. Un peligrosísimo templo. Qué desolación…

De alguna de las viviendas han tenido que sacar a los habitantes por la fuerza, ya que han llegado tan temprano que seguían durmiendo. De hecho, los niños no han podido ir al colegio ya que las máquinas y el despliegue policial han llegado mucho antes que las rutas escolares y luego no ha podido salir nadie del poblado. Los niños, como se pueden imaginar, aterrorizados. Sus caras, un poema. De las nueve viviendas derribadas, se quedan en la calle, sin techo, 20 menores y 14 adultos. 34 personas que hoy dormirán al raso en el Madrid olímpico de 2020. La alternativa, tú niño español, que has nacido en Madrid, pero eres tan pobre como tus padres, te vas a tener que ir a Rumanía, a pesar de tu nacionalidad y origen, resulta que tus padres son de allí y para los miserables es lo que que toca.

Qué desolación. Qué dolor. Qué vergüenza.

Ampliaré a lo largo del día, cuando no me mueva la bilis.

Otra mañana de derribos y abuso de poder en El Gallinero.

No eran las ocho de la mañana de este martes día 9 cuando, con toda la parafernalia habitual, decenas de agentes de la policía municipal rodeaban El Gallinero. La intención, una vez más, era la de derribar un número indeterminado de viviendas y, con ellas, las esperanzas de integración para las familias correspondientes. Aunque en este caso la notificación previa aseguraba que se desmantelarían únicamente ocho chabolas vacías (en principio iban a ser seis), lo cierto es que finalmente se han tirado abajo diez viviendas, dos de ellas ocupadas, el templo que los vecinos utilizaban para el culto y un espacio de ocio.

La acción del Ayuntamiento, que como viene siendo habitual se ha realizado sin las necesarias órdenes de desalojo y vulnerando los derechos básicos de los vecinos de El Gallinero, ha estado marcada por una inadmisible prepotencia y por un evidente abuso de poder por parte de los funcionarios municipales. Muchos niños se han quedado sin ir al colegio debido a que la llegada de los agentes ha coincidido con la de los autobuses escolares. Así, en medio del poblado, han podido ser testigos involuntarios de los derribos de sus viviendas, del cerco policial pertrechado con los habituales cascos, escudos, porras e incluso pistolas y del reguero de escombros, zanjas y destrucción que las palas excavadoras han ido dejando a su paso.

Entre los casos de más flagrante falta de derechos que han acontecido a lo largo de la mañana, se encuentran los de dos viviendas que, teniendo a sus ocupantes dentro de la misma, han sido notificados del derribo in situ sin tiempo para poder sacar afuera sus pocos enseres. Así mismo, en una muestra más de incomprensión y absurdo, han optado también por derribar la cocina de una de las chabolas dejando el resto en pie en una decisión sin mayor sentido que el de intimidar y hacer una innecesaria demostración de poder.

Sin embargo, dentro de la profunda indignación e impotencia que han generado los derribos, también merece la pena destacar algunas luces. Luces como las que han aportado para los vecinos los casi cuarenta voluntarios que se han desplazado hasta El Gallinero para intentar paralizar el desalojo de las viviendas. Ganando en previsión a los agentes, una hora antes de la llegada de estos, se encontraban bajo el cielo todavía estrellado colgando las pancartas que denunciaban lo que minutos después iba a acontecer. Este tiempo extra ha sido vital para coordinar a los que hasta allí se habían desplazado madrugón mediante y ubicarles dentro de las chabolas para mediar con la policía e intentar evitar el destrozo. Se ha conseguido hasta en dos ocasiones. También se ha aprovechado para colocar en cada una de las puertas de las viviendas de El Gallinero los derechos fundamentales que les asisten, para conocimiento de los agentes. Papeles estos que han sido arrancados con furia por Julio César Santos, viejo conocido del poblado y ejecutor de los derribos. Con todo, la mayor luz de todas las que cabe destacar ha sido la actitud pacífica en todo momento de los habitantes de El Gallinero, a pesar de tener que ver con sus ojos impotentes cómo una vez más desmantelaban sus esperanzas y sus sueños de una vida mejor en nuestra ciudad. Una actitud que vuelve a demostrar la exagerada e innecesaria presencia policial que suponen estos dispositivos, caros para el contribuyente y aterradores para los más vulnerables del poblado.

Por la tarde, cuando todo había terminado, cuando el ruido de las dos palas excavadoras y de los furgones de policía había cesado, cuando ya no quedaba ninguno de los múltiples medios de comunicación que se han aproximado para cubrir la ignominia, algunos niños reflexionaban serios. “Dios se va a enfadar mucho con los policías, porque no sólo han tirado las casas de los gitanos, sino que han tirado abajo la casa de Dios y estamos tristes”.

*Pendiente de completar en los próximos días con imágenes y testimonios. Texto de urgencia.

A unas gafas rotas.

Y ahora, después de trece años, tras una larga agonía, finalmente os rompéis. Yo os miro ahí, encima de la mesa, y no sé muy bien cómo reaccionar. La patilla partida, literalmente fundida del desgaste, me dice que ya no hay marcha atrás, que, esta vez sí, os habéis roto. No hay arreglo posible. Se acabó. Después de trece años se acabó. Ahora me toca deciros adiós y no sé muy bien cómo.

Sois tan parte de mí como todo lo que más me gusta de lo que me forma y no sé cómo se hace esto de despedirme de vosotras. Mi casa no admite vitrinas donde recordaros – a duras penas cabe un gato. Vosotras, que inaugurasteis el cambio de década, de siglo y de milenio conmigo, definitivamente os vais. No son pocas las cosas que, desde entonces, hemos visto juntos. Visteis cómo empezaba mi carrera, mis años universitarios, la de cosas que descubrí fuera de las aulas de esa apolillada facultad, páginas y páginas de apuntes que pasaron ante vosotras como pasa un río que discurre rápido para irse lejos. Visteis la vida de cientos de chavales de un centro juvenil hoy nostalgiado así como visteis el fuego y la esperanza por cambiar las cosas en sus miradas. Visteis a Pacharán y Carajillo, visteis a Hombre-Man llegar raudo a mi llamada, visteis salas abarrotadas de risas y amigos, visteis un escenario, dos micrófonos, copas, copas, copas, la noche de Madrid abierta, el cielo bajo nuestros pies… Visteis tanto que pocas veces durante muy pocas horas visteis mi mesilla.

También compartimos la visión, tal vez causa de vuestro desgaste, de todos mis poemas, de todos mis versos, de aquello que los inspiró y de papeles, servilletas y paredes donde algunos nacieron y otros, simplemente, murieron. No sé os escapó ninguno. Es por ello que conocisteis conmigo a todas mis mujeres. Me acompañasteis en el final de la primera, recuerdo sereno, y en el comienzo de la última, esperanza infinita. Entre medias, un ramo de caricias, miradas, cuerpos, compañías y caminos rondaron ante vosotras. Visteis impasibles como me formaron y me deformaron y me volvieron a formar. Alguna llegó, ciertamente y para equilibrar, a deformaros también a vosotras fruto de las prisas y la noche.

Vuestros cristales, estos mismos cristales que ahora me miran ya inertes encima de la mesa, reflejaron los destellos de los años febriles del periodismo, la nocturnidad, la alevosía y la bohemia compartidos en Gente en Madrid. Se llenaron de polvo tanto como de amaneceres a través de todas las huellas que nos llevaron a Santiago. Brillaron ante la luz de tantos horizontes, de tantos destinos, de tanta carretera… ¡Brillaron ante la luz de París! Y saltaron el charco para conocer otras luces y otros amaneceres y otros destinos.

Hemos visto, amigas mías del alma, la misma violencia bajo el mismo calor de injusticia en Honduras, hemos visto la misma sangre derramada, los mismos ojos llorosos, la misma impotencia, los mismos dedos fríos de la muerte. Hemos visto la misma bala. Hemos visto, sin embargo, la misma esperanza, los mismos niños queriendo leer, queriendo saber, el mismo grito en defensa de la vida, las mismas calles llenas de resistencia y lucha, los mismos micrófonos compartiendo a voces la misma sonrisa de futuro, las mismas manos consagrando el mismo cuerpo. Hemos visto la misma vida.

Y ahora, trece años después, estáis ahí, rotas, enfrente de mis ojos. Habéis terminado, para mayor desazón, de una forma por demás poco heroica. Os habéis roto sin más, fruto del desgaste y del ver tanto. No os rompió con agresividad de un porrazo un policía, no desaparecisteis en medio de una carrera frenética ante el ejército en Choloma, ni si quiera caísteis a causa de la violencia desprendida por el choque pasional de dos cuerpos desnudos. Os habéis roto, sin más, para recordarme que una época acaba y quedaros ahí, agotadas, encima de mi escritorio.

Vuestros detractores, esos que llevan años diciéndome que os jubile, que sois feas, que estáis descuadradas y sucias, los mismos que señalaban con asombro la marca que dejabais en mis sienes, me dirán que ya era hora, que me ponga otras y punto. Así, de un día para otro, sin tiempo para posarlo. Que me ponga otras. Como si al dejar una relación uno pudiera comenzar otra ese mismo día. Y, claro está, llegarán otras, fruto de la necesidad, que verán otras cosas que ya no serán estas y no serán mejores ni tampoco peores.

De las primeras cosas que compartiré con «las otras», y que quiero compartir también con vosotras aunque sea de palabra en esta noche fría, serán los derribos que para este martes día 9 están planeados en El Gallinero. Se estrenarán fuerte. Quién sabe si tanto como para acabar en ese mismo día en el punto en el que vosotras ahora os encontráis. Verán, como ya vierais, el infame despliegue policial, las palas destructoras, la impasibilidad de los funcionarios del Ayuntamiento, las familias indefensas e impotentes y quién sabe si, tal vez, cientos de compañeros, amigos y vecinos dispuestos a parar todo ese absurdo desde las siete de la mañana al calor del café recién hecho de doña Lucía. Empiezan, como veis, siguiendo vuestra estela y eso me da algo de fuerzas.

Sin embargo y con todo, vosotras estáis ahí, frías ya, encima de la mesa y yo estoy llorando como un idiota.

Tenemos un plan para El Gallinero. De la marginalización a la ciudadanía.

Este es el cartel que nos invita al acto, con nuestro amigo Abel en primer término. FOTO/Rodrigo Vázquez

Este jueves 19 será un día especial para las esperanzas y las luchas de los vecinos del poblado chabolista de El Gallinero. Tras los pasados derribos de algunas infraviviendas y las amenazas de seguir haciéndolo en un plazo inmediato hasta eliminar ese asentamiento humano, las personas que llevan años trabajando con este pueblo y acompañándolo se han decidido a elaborar un plan alternativo. Este «plan B», que lleva por nombre ‘De la marginalización a la ciudadanía’, se presentará en La Casa Encendida con la intención de convocar a todos los agentes implicados y, entre todos, buscar y asumir soluciones reales al problema.

La propuesta que se lanzará lleva funcionando con éxito en muchos lugares del mundo y ofrece una oportunidad a la gente de El Gallinero para que pueda tomar las riendas de su vida. Lo único que necesitan, en el fondo, es nuestra confianza. Se trata de un proyecto de proconstrucción, de viviendas semilla, mediante el cual se capacita a la población beneficiaria para que ella misma sea la que construya, siguiendo un plan urbanístico, sus propias viviendas y su propio entorno. Al final de todo el proceso consiguen una vivienda (digna) y un oficio y, para los escépticos, aparte de todo esto existen subvenciones a nivel europeo destinadas a la comunidad rom que no se están tocando y que harían que el coste del proyecto para nuestras arcas fuese ínfimo.

Que exista un lugar como El Gallinero a 12 kilómetros de la Puerta del Sol es un síntoma del fracaso de nuestra sociedad, es por eso que nos implica y nos interpela como vecinos de un pueblo que, como saben los seguidores de este blog, quiere luchar por salir adelante. Al acto estamos convocados todos los que sintamos que este problema exige una solución razonada y, sobre todo, que respete los Derechos Humanos. Esto incluirá a la alcaldesa y los concejales del Ayuntamiento de Madrid, entre otros muchos agentes sociales que ojalá acudan (ya van confirmando). Si veis que os mueve, allí nos vemos.

También quiero anunciar a los seguidores de este ‘el Mundo de Mañana’ que en la presentación del jueves de La Casa Encendida se hará el estreno oficial del documental ‘Luces de El Gallinero’, producido por la gente de Drakkar y dirigido por un servidor, que ya os mostráramos hace unos meses.

Por si alguien está interesado en saber algo más, os dejo con esta entrevista que me hicieron el otro día en La Casa Encendida a este respecto. La podéis escuchar pinchando aquí.

Luces de El Gallinero, un poblado chabolista a 12 km de la Puerta del Sol.

No ha pasado ni una semana desde que terminamos de rodar el vídeo que hoy queremos presentaros y, la realidad de la que habla, ya ha cobrado una actualidad muy distinta a la que desearíamos. Ayer mismo, con el habitual despliegue policial digno de una zona de guerra, los habitantes del poblado chabolista de El Gallinero recibieron las notificaciones que les informaban de que, en menos de un mes, el Ayuntamiento de Madrid procedería a derribar sus viviendas. Menos de treinta días para que este asentamiento en el que llevan trabajando diferentes agentes sociales a lo largo de siete años con resultados soprendentemente positivos simplemente desaparezca. El trabajo y el esfuerzo de todo un pueblo será, si nadie lo impide, arrastrado por la pala de las excavadoras.

El Gallinero es, como decimos, un poblado chabolista en el que resulta sencillo ver a niñas recogiendo agua de una fuente en grandes bidones para llevarla hasta sus casas, menores jugando descalzos, adultos que no saben leer ni escribir que ven cómo su descendencia empieza a ir por primera vez al cole y otras realidades a las que nos tienen acostumbrados los reportajes sobre los países en vías de desarrollo. El único matiz, que no es para nada trivial, reside en que este poblado está ubicado a escasos 12 kilómetros de la Puerta del Sol y no en algún continente lejano. Son nuestros vecinos. Una realidad de marginación entre los propios marginados (les echaron incluso de la Cañada Real) que evidencia que nuestra sociedad no funciona. El Gallinero, y las medidas que pretende llevar a cabo el consistorio con estivalidad y alevosía, son el fracaso de nuestro sistema.

Abel y Ardet como ayudantes durante el rodaje.

Sin embargo, entre toda la miseria que de un simple vistazo puede observar cualquiera que se acerque hasta este barrio de no más de medio millar de habitantes, existen semillas de esperanza que demuestran que merece la pena apostar por esta gente. Luces brillantes que alumbran, si uno se deja, a todos los prejuicios que recaen sobre el colectivo gitano rumano. Niños y niñas que luchan por su futuro y sus ilusiones sin dejar de ser niños. Niños y niñas que son héroes sin rostro luchando contra su propia circunstancia y a los que ‘el Mundo de Mañana’ ha querido poner cara y nombre. Es por eso que nos lanzamos a realizar y ahora presentamos a todos nuestros seguidores este vídeo que se atreve a sacar lo que nadie antes ha sacado de un poblado chabolista: la esperanza. En este segundo trabajo audivisual de ‘el Mundo de Mañana’ producido con un cariño y una profesionalidad impecables por la gente de Drakkar, presentamos una cara de la realidad que es tan cierta como la que habitualmente nos muestran.

No me cansaré de decir que la mayor denuncia es comunicar la esperanza. Es muy difícil implicarse con aquello que vemos insalvable o que sólo nos envía mensajes de ofuscación e impotencia. Tal vez muchos de ustedes, después de escuchar a Abel Jordan, el joven protagonista del vídeo, entiendan como yo pude entender que esta realidad nos toca, y mucho. Que ese niño no puede vivir así. Menos a doce kilómetros de nuestra casa. Si es el caso, si esto les toca algo, los voluntarios que trabajan codo a codo con este pueblo nos pedirán ayuda para impedir la injusticia de un derribo inminente.

Les presento, en fin, un reportaje que lleva mucho trabajo detrás pero también mucho de lo que susurraba el corazón, tanto del que suscribe como del de la gente de Drakkar, mientras rodábamos. Como advertimos en los créditos del final, todas las respuestas de Abel son espontáneas. No hay nada retocado ni manipulado. A mí, después de verlo las mil millones de veces que conlleva un montaje, me sigue emocionando. Ojalá seamos capaces de responder al llamado que nos hace como vecinos suyos.

NOTA: Merece la pena verlo a pantalla completa. Gana.

‘Mujer que vacías tu chabola’. Poema.

Poema estrenado el pasado 8 de marzo de manera simultánea en el recital de AbonaVida (Madrid) y en las celebraciones del Día de la Mujer en Múnich. De trasfondo, aún latiendo, los inhumanos derribos de hace dos semanas en el poblado de El Gallinero.

Frustración y rabia en los derribos de El Gallinero

Temblaba. Cuando las decenas de policías nacionales irrumpieron en formación de legión romana en El Gallinero tengo que reconocer que temblaba. Antes, en menos de diez minutos, habían rodeado todo el terreno que circunda el poblado con policías montados a caballo y cerrado todos los accesos por carretera con lecheras y furgones. Armados como para una guerra y pertrechados con todas sus defensas reglamentarias (cascos, escudos, chalecos, guantes, espinilleras), penetraron en fila de a tres y con paso marcial en una de las estrechas calles de tierra que da acceso a este asentamiento humano en el que viven aproximadamente cien familias desde hace ya siete años, una de las zonas más deprimidas de Madrid ubicada a escasos catorce kilómetros de la Puerta del Sol. Avanzaban levantando polvo a su paso, haciendo ruido con sus botas contra el suelo y sin detenerse ni mirar hacia los lados, como si lxs compañerxs de San Carlos Borromeo y yo que allí nos encontrábamos en el medio de la calle fuésemos invisibles. Temblaba digo, pero de rabia. El operativo policial, al que no tardó en sumarse el helicóptero volando a ras del suelo, era a todas luces desmedido y más a sabiendas del objetivo que perseguían. No se trataba de una redada, ni tan siquiera de un registro en busca de delitos, lo que los policías buscaban no era otra cosa que controlar e intimidar a todo el poblado a la par que escoltaban a imperturbables personajes del Ayuntamiento de Madrid  desplazados hasta la zona para coordinar el derribo de varias viviendas. No existía aviso previo, no había ninguna notificación, no había ni tan siquiera una intuición que hiciera pensar a los habitantes de El Gallinero que esa mañana iban a venir a destrozar sus hogares. Sin más, el ejército policial comandado por el siniestro Julio César Santos, gerente de urbanismo del Ayuntamiento, venía a informar de que en el plazo de media hora (treinta minutos) iban a derribar sus viviendas y que ese era el tiempo que tenían para vaciar todo lo que hubiera dentro de las mismas. Media hora (treinta minutos).

Derribo de la primera vivienda en El Gallinero

Mención, y párrafo, aparte merecen el mentado Julio César Santos, al que el apelativo de siniestro no le viene regalado sino ganado a pulso. Este gerente de urbanismo es un viejo conocido tanto de El Gallinero como de la cercana Cañada Real Galiana, ya que es el encargado de coordinar los derribos que en ambos poblados se realizan. Aunque no es más que un funcionario del Ayuntamiento, un coordinador, cada vez que sale de «misión» prepara su indumentaria a conciencia como si de un cuerpo especial de los geos se tratara. Gafas de sol con montura negra, ropa oscura, braga tapándole media cara, botas, guantes y, por lo general, gorro de lana con visera también negro calado hasta las orejas. En ocasiones se cubre con un casco antiguo, siempre todo negro, sustituyendo al citado gorro. Para completar su indumentaria de acción, lleva amarrado al cinturón un martillo y una navaja. El primero le sirve para marcar mediante un golpe en la pared las casas que van a ser derribadas, la segunda no duda en sacarla con agilidad de pendenciero para recortar los trozos de tela, moqueta o cartón que se quedan enganchados en la pala de la grúa mientras esta está funcionando. Aunque este estilo tan peculiar sería más que suficiente para intuirle una personalidad psicótica, y su escasa estatura una serie de más que probables complejos muy mal proyectados, lo que hace realmente despreciable y siniestro al tal Julio César Santos son sus nefastos modos, tratando a las personas como animales, y una llamativa hiperactividad a la hora de derribar las viviendas la cual le lleva a ejecutar en muchas ocasiones a él mismo el trabajo de los operarios, a pesar de ser el mero coordinador del derribo. Se diría que disfruta.

Ahí había una casa.

Una vez hubieron rodeado el poblado y cortado todos los accesos, con decenas de policías saturando las calles interiores formadas por los espacios entre las casas de cartón, comenzó el primer derribo. Previamente doce agentes de la ley habían intimidado a una mujer con sus dos hijos para que abandonasen la vivienda y se alejasen de la misma. De nada sirvió que Patricia Fernández, abogada de la gente de El Gallinero y voluntaria de San Carlos Borromeo, informase a los agentes de que sin una orden de derribo no podían tirar la vivienda, antes de que nos pudiéramos dar cuenta la grúa, con sus ruedas de oruga y una cabina que rozaba constantemente los delicados cables de la delicada instalación eléctrica del poblado, ya estaba allí. Fue ese el primer momento en el que a los agentes de la secreta, mención especial a dos chavales de no más de veinticuatro años vestidos de Pope y Charly para la ocasión, les dio por reparar en nuestra presencia. El cinismo era evidente, ya que los voluntarios de la parroquia llevan siete años acompañando a la comunidad de El Gallinero y luchando por ser considerados mediadores válidos entre esta y los distintos agentes sociales y de la ley. Las caras las conocían de sobra. Aún así en ningún momento se pidió colaboración, ni  mucho menos se ofreció información, para hacer más llevadera a las familias la terrible situación que estaban viviendo. Era como si, directamente, no existiésemos. O peor ya que, cuando la presencia de algunos empezaba a incomodar a las conciencias o a los planes del operativo policial, se optó por separarles del foco donde se estaban tirando los edificios. Así, Javier Baeza, párroco de San Carlos, y la mencionada Patricia Fernández, abogada, fueron encerrados a la fuerza en distintas chabolas escoltadas por policías «por su seguridad». A partir de aquí la indefensión de las familias desalojadas fue absoluta ya que la única persona con poder para pedir las autorizaciones judiciales de derribo estaba retenida.

La vida es irónica en El Gallinero. Cartel de Ikea sobre unas ruinas.

En total fueron nueve viviendas las que derribaron en la mañana del pasado lunes 5 de marzo, mañana de infausto recuerdo para los derechos humanos en nuestra ciudad. Cabe destacar que para las nueve viviendas derribadas sólo traían una única orden y que esta no era de derribo sino de desalojo. Aunque el argumento judicial era que el legítimo dueño de la tierra había denunciado a la comunidad de El Gallinero y había ganado, lo cierto es que se destruyeron casas desperdigadas a lo largo de todo el poblado. Como me decía uno de los hombres frente a las ruinas de su vivienda: «En Rumanía cuando alguien tiene tierras tiene 500 metros, no cinco metros aquí, otros cinco allá y otros cinco más lejos aún. ¿Para qué querría alguien tener terrenos así? ¿Qué utilidad tiene?«. Parece que más que responder a las ansias acaparadoras de terrenos baldíos de los supuestos dueños de la tierra, lo que pasó este lunes en el poblado de El Gallinero fue un aviso para los habitantes del mismo, una llamada de atención y una demostración de poder. Tal vez no fuese más que un globo sonda para ver cómo reaccionaban la sociedad y los medios ante el derribo. Si nadie dice demasiado, tienen carta blanca para tirar el poblado entero y ahorrarse dolores de cabeza en cuestiones sociales que pueden quitar tiempo de soñar con el eterno y recurrente sueño olímpico. Da la terrible casualidad de que todas las familias que de improvisto se vieron sin techo con el que cubrirse en esta jornada de derribos tenían todos sus papeles en regla, estaban empadronados, tenían permiso de trabajo y residencia y tenían a todos sus hijos escolarizados. Sólo les faltaba un guiño del destino, algo de suerte, y una vivienda digna.

Los muebles en la calle de una de las viviendas.

Destaco, de todo el absurdo vivido en El Gallinero, dos anécdotas. La primera tiene como protagonistas a cinco policías nacionales y dos niños. Los últimos, asombrados y asustados por todo lo que estaban viendo esa mañana, caminaban por la misma calle de tierra por la que caminan a diario mientras miraban los caballos lejanos que rodeaban todo el perímetro. Al pasar demasiado cerca de los cinco agentes, uniformados, con escudos, cascos, chalecos, escopetas, estos se pusieron a gritarles «¡Niños! ¡largo de aquí! ¡Apartaos!». Uno de ellos, sorprendido, les miró y, de puros nervios, sonrío (tenían apenas siete años). El más macarra del grupo de nacionales, envalentonado, le gritó «¡Ya te voy a dar motivos yo para que te rías, niñato! ¡Largo de aquí! ¿No me oyes?». Fue ese el momento en el que uno de los voluntarios de la parroquia le informó de que ese niño al que gritaba era sordo; y que era un niño. La segunda anécdota sirve para reflejar con claridad lo que supone todo lo que aconteció esa mañana de destrucción y prepotencia. En una de las viviendas que iban a ser derribadas, al no haber habido ningún tipo de aviso previo y al realizarse durante la mañana de un día laboral,  sólo se encontraba una mujer con su hijo de tres semanas de vida. El marido se encontraba trabajando. Sin ningún atisbo de decencia o de humanidad, se hizo a esta mujer cargada con su criatura desalojar la vivienda en la media hora que daban a todos los demás y se procedió, acto seguido, al derribo de la misma. Cuando, al medio día, el marido llegó del trabajo, se encontró a su mujer sentada entre los muebles y electrodomésticos que había conseguido rescatar a las puertas de las ruinas de su hogar de los últimos siete años.

Dicen que es posible que el terreno que ocupa ahora el asentamiento humano de El Gallinero vaya a ser destinado, en el caso de concretarse las negociaciones, al proyecto del megacasino EuroVegas que tantas protestas (lógicas) está despertando. Sea como sea, la protección social prevista para estas más de cien familias no va más allá de las dos noches de hotel de realojamiento ofrecidas como alternativa mientras encuentran, en ese ínfimo plazo, otro lugar donde vivir. Y después, la calle. El frío. La vergüenza del sistema.

Les dejo a continuación, para complementar la información y en tres imágenes, algunos de los tuits que envié esa mañana de frustración y rabia en los derribos de El Gallinero. Van del último al primero.

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La cita del mes

"No hay nada más poderoso en el mundo que una idea a la que le ha llegado su tiempo".

-Víctor Hugo-

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