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Deportación y drama en un CIE: la historia de la niña Gift

La valla del CIE de Ceuta -Thomas Cristofolleti

Un padre perdido y sólo en medio del desierto del Sáhara buscando desesperadamente a su compañera y a su hija de cuatro años, las cuales, a su vez, han emprendido semanas antes una ruta imposible a través de ese mismo desierto camino de España, donde creen que todavía sigue encerrado el hombre que  está detrás de ellas. No es el argumento de una película. No se trata de una novela de algún autor New Age con una enrevesada metáfora sobre la vida y el destino. Pasó. Y pasó muy cerquita de aquí, en una historia que comienza con una travesía de cuatro años por África camino a la prosperidad y tiene su trágico punto de inflexión en el siniestro CIE de Málaga.

Recorriendo los alrededores del CIE de Ceuta -Thomas Cristofolleti-

Debido a mi trabajo junto al partido Por Un Mundo + Justo he tenido la ocasión de acercarme y visitar en dos ocasiones el CIE de Ceuta (allí CETI), la última con motivo del comienzo de la campaña electoral de las pasadas generales. Tras la ya tradicional «pegada» de carteles en la valla infame que separa los dos continentes como gesto de denuncia y como símbolo del punto donde comienza esta lucha, iniciamos el ascenso a la colina donde lxs inmigrantes son encerradxs por el mero hecho de serlo. Las historias que allí se narran parecen sacadas, si no de una película de ficción, al menos relatadas desde un país lejano tanto en kilómetros como en derechos. Sin embargo son historias que pasan dentro de las fronteras de nuestro territorio nacional, atravesando los no más de 14 kilómetros del Estrecho de Gibraltar, en ese mundo irreal y como sacado de otro siglo que es Ceuta. Familias ahogadas al intentar cruzar a nado la escasa distancia que separa Marruecos de España aprovechando los días de niebla, miles de subsaharianxs viviendo en montes y colinas esperando, durante años, el momento de saltar, disparos en la frontera, cementerios flotantes, vallas triples de más de siete metros. Francisco Javier, taxista veterano, nos cuenta, al llevarnos a conocer el paso fronterizo donde más inmigrantes han fallecido, que algunxs internxs pueden llegar a estar hasta tres años encerrados en el CETI y que luego, cuando ya no caben más (hay unos 600 internxs en un centro preparado para 200), lxs llevan por otros CIEs de la península hasta que consiguen los medios y los convenios necesarios para deportarlxs. Increíble.

Distancia entre el país de Gift y al que fue deportada.

No tuvieron que esperar tanto, sin embargo, los protagonistas de la historia que quiero recordar hoy. Sucedió hace casi cuatro años, el 22 de octubre de 2008. Tras varios años de travesía por diversos países africanos desde su Sierra Leona natal y de espera tensa en Marruecos, Sony Benedu, su compañera Esther, de la que se enamoró a lo largo de su particular aventura, y la pequeña Gift, hija de ambos nacida en las noches de hambre marroquíes, consiguen embarcar hacia España con tal mala suerte que su cayuco zozobra en las frías corrientes del estrecho y tienen que ser rescatados por las fuerzas de seguridad. Fueron trasladados directamente a ese CIE de Málaga tan denunciado en estos días por sus ruinosas condiciones, certificadas por su precintado exterior a pesar de seguir lleno de reclusxs. Allí fueron separados, los hombres a un lado y las mujeres a otro, y, tras pasar aproximadamente 40 días internados, el Estado decide deportar, «por razones humanitarias» como dirá después la policía, a la madre y a la hija. Sólo se les pasó un pequeño detalle por alto: al no tener convenio de repatriación con Sierra Leona, deciden que enviarlas directamente y sin informarlas a Nigeria, a cinco países del suyo, es la mejor opción. Perdidas y solas, Esther y Gift Benedu, de cuatro años, no tienen forma alguna de avisar al padre de la niña de su paradero. Cuando este se entera, dos días después de la deportación, sufre una crisis de ansiedad que requirió asistencia médica, motivo por el cual es deportado al día siguiente también a Nigeria. Sony logra ponerse en contacto con la Coordinadora de Inmigrantes de Málaga, la cual transmite su denuncia al CIE y exige responsabilidades al mismo, pero no consigue encontrar ni rastro de su familia. Tras tres meses desesperados de búsquedas, llamadas, investigaciones y vagabundeos en un país en el que no todo el mundo habla su idioma, descubre, con horror, la pista más probable del paradero de su compañera y su pequeña niña. Convencidas ellas de que Sony sigue encerrado en España, optan por retomar el camino de vuelta a Europa atravesando el desierto para llegar a Marruecos de nuevo y allí, esperar la oportunidad para saltar al continente y reencontrarse. Cuando Sony asume esta posibilidad, y se resigna al hecho de que es la única que tiene, decide lanzarse al desierto en un camino a ninguna parte en busca de su familia.

Esto es lo último que se supo de Esther, de la pequeña niña Gift y de Sony. Esta misma mañana, queriendo saber el final de la historia, me puse en contacto con Gerardo, de la Coordinadora de Inmigrantes de Málaga, el cual me confirmaba cómo la última llamada que recibieron de Sony fue la que certificaba finalmente que se iba tras su mujer y su hija. Después, nada.

Estas historias, que, como decía al principio, parecen las de una película porque no queremos creer que sean verdad, son la crisis. Esto que permite nuestro Estado, con nuestra connivencia, es la crisis. Y no sale en las portadas de los periódicos, y no ocupa espacio en las tertulias de sabios, y no protagoniza los programas electorales. Sin embargo la calle, que ya sabe que tiene vuelve a tener voz, lleva una semana dando miles de #razonesCIErre. Mañana viernes saldrán a protestar en Barcelona y Valencia para exigir la clausura de estos pequeños Guantánamos patrios. Ojalá se consiga algo, aunque sea mover la opinión de los que aún no saben lo que está pasando. Mientras tanto, la niña Gift, seguirá recorriendo los desiertos de nuestra insolidaridad y de nuestra injusticia.

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