Bajo por Preciados después de una agradable tarde en la que he tenido tiempo de atosigarme a libros en La Central y disfrutar de un jugo imbebestible que sabía a verduras. El Sol, especialmente naranja, hace algunos minutos que se ha escondido pero aún nos regala algo de su luz. Es la hora en la que los mirlos cantan y las tiendas en rebajas dan por perdido el día. Casi llegando a Sol, te encuentro. Estás bajo los focos ya encendidos de los falsos soportales de el Corte Inglés. Llevas un pantalón corto negro de algodón y una camiseta blanca de verano de esas que terminan sus hombros y cuello en una suerte de puntilla gruesa que permite ver la piel. Tu melena rubia rizada está recogida en una coleta para evitar el sudor, sudor que empapa tu frente blanca camino de tu cara sonrosada del esfuerzo. En tu boca, una sonrisa imperturbable de alegría, de concentración y quien sabe si también de vergüenza, de timidez ante la exposición pública. Con todo, lo que llama la atención de ti, lo que hace que me fije en tu figura, es que estás dando toques con las rodillas a un balón. Algunos viandantes se detienen para observar tu peculiar ejercicio formando un fugaz círculo que pronto se deshace ante la falta de espectacularidad. Tú no dejas de sonreír. Ahí la tienen, una chica dando toques a un balón de fútbol en mitad de Preciados. Madrid es una ciudad increíble en la que cabe de todo.
Te observo sin detenerme. Estoy a punto de pasar de largo en mi recorrido hacia Sol hasta que mi curiosidad me lleva a fijarme en el cartel que acompaña a la bolsa de tela rosa en la que algunas personas han dejado monedas. No puede ser. No puede ser. Me detengo. Te miro, ahora sí, fijamente, con admiración. Admiro cada toque al balón, cada caída de la pelota, cada recogida y vuelta a empezar. ¿Cuántas horas llevarás así? ¿Cuánto has recaudado ya? ¿Cuántos años debes tener, veinte, veintiuno? Es imposible que sus padres lo sepan. Imposible. Con el alma encogida, un evidente nudo en la garganta y maldiciendo internamente a esta España del infierno me acerco a dejarte unas monedas, las que llevo. Intento sonreírte cuando mi mano pasa al lado del cartel que anuncia tu objetivo: «Pido para estudiar». En tu intento de darme las gracias, se te escapa el balón y casi me das en la cabeza agachada sobre el suelo. Te disculpas llevándote la mano a la boca. Nos reímos. Te deseo suerte. Sigo caminando hacia Sol, con la cabeza llena de voces y aguantando una lágrima mientras los mirlos dan paso al ruido de la noche madrileña.
A la par, horas después, mientras pienso cómo voy a escribir esto en el blog, se destapa la exclusiva bomba de Pedro Jota. Nuestro presidente del Gobierno, Mariano Rajoy Brey, el notario de Pontevedra, ese que no estaba en política para enriquecerse, recibió aproximadamente 42.000 euros cada año en sobresueldos mientras fue ministro de José María Aznar. Mientras fue ministro, entre otras cosas, de Educación y Cultura. Para muchos hoy la noticia va montada en un pony y toma Lacasitos. Para mí, sin embargo, tiene el rostro de una joven dando toques a un balón para lograr su futuro que, quién sabe, quizá llegue a tener algo que ver con el nuestro.
simplemente, gracias
Gracias al interior humano de las personas y la búsqueda de nuestro camino y desarrollo personal, se puede modestamente observar, que la tendencia humana se dirige a una limpieza de mente y búsqueda de pureza y realización.
Realmente para mi es el mejor camino.
Gracias por compartir con el mundo noticias constructivas.