La tradición nos recuerda que los Reyes Magos, antes de adorar al niño, se pasaron por el palacio de Herodes engañados. El rey judío quería que, en su desconocimiento de la realidad local, le chivasen la ubicación del niño que acababa de nacer con intención de eliminarlo con mayor facilidad. Afortunadamente, descubrieron el engaño en sueños y decidieron volver por otro camino.
2000 años después seguimos repitiendo el gesto. La señora encargada de dejar en el frío y el riesgo de muerte a los inocentes de El Gallinero (y de tantos otros sitios), «reina» de Madrid, recibió a los magos en su palacio.
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