Bitácora, Cuaderno de Bitácora

A unas gafas rotas.

Y ahora, después de trece años, tras una larga agonía, finalmente os rompéis. Yo os miro ahí, encima de la mesa, y no sé muy bien cómo reaccionar. La patilla partida, literalmente fundida del desgaste, me dice que ya no hay marcha atrás, que, esta vez sí, os habéis roto. No hay arreglo posible. Se acabó. Después de trece años se acabó. Ahora me toca deciros adiós y no sé muy bien cómo.

Sois tan parte de mí como todo lo que más me gusta de lo que me forma y no sé cómo se hace esto de despedirme de vosotras. Mi casa no admite vitrinas donde recordaros – a duras penas cabe un gato. Vosotras, que inaugurasteis el cambio de década, de siglo y de milenio conmigo, definitivamente os vais. No son pocas las cosas que, desde entonces, hemos visto juntos. Visteis cómo empezaba mi carrera, mis años universitarios, la de cosas que descubrí fuera de las aulas de esa apolillada facultad, páginas y páginas de apuntes que pasaron ante vosotras como pasa un río que discurre rápido para irse lejos. Visteis la vida de cientos de chavales de un centro juvenil hoy nostalgiado así como visteis el fuego y la esperanza por cambiar las cosas en sus miradas. Visteis a Pacharán y Carajillo, visteis a Hombre-Man llegar raudo a mi llamada, visteis salas abarrotadas de risas y amigos, visteis un escenario, dos micrófonos, copas, copas, copas, la noche de Madrid abierta, el cielo bajo nuestros pies… Visteis tanto que pocas veces durante muy pocas horas visteis mi mesilla.

También compartimos la visión, tal vez causa de vuestro desgaste, de todos mis poemas, de todos mis versos, de aquello que los inspiró y de papeles, servilletas y paredes donde algunos nacieron y otros, simplemente, murieron. No sé os escapó ninguno. Es por ello que conocisteis conmigo a todas mis mujeres. Me acompañasteis en el final de la primera, recuerdo sereno, y en el comienzo de la última, esperanza infinita. Entre medias, un ramo de caricias, miradas, cuerpos, compañías y caminos rondaron ante vosotras. Visteis impasibles como me formaron y me deformaron y me volvieron a formar. Alguna llegó, ciertamente y para equilibrar, a deformaros también a vosotras fruto de las prisas y la noche.

Vuestros cristales, estos mismos cristales que ahora me miran ya inertes encima de la mesa, reflejaron los destellos de los años febriles del periodismo, la nocturnidad, la alevosía y la bohemia compartidos en Gente en Madrid. Se llenaron de polvo tanto como de amaneceres a través de todas las huellas que nos llevaron a Santiago. Brillaron ante la luz de tantos horizontes, de tantos destinos, de tanta carretera… ¡Brillaron ante la luz de París! Y saltaron el charco para conocer otras luces y otros amaneceres y otros destinos.

Hemos visto, amigas mías del alma, la misma violencia bajo el mismo calor de injusticia en Honduras, hemos visto la misma sangre derramada, los mismos ojos llorosos, la misma impotencia, los mismos dedos fríos de la muerte. Hemos visto la misma bala. Hemos visto, sin embargo, la misma esperanza, los mismos niños queriendo leer, queriendo saber, el mismo grito en defensa de la vida, las mismas calles llenas de resistencia y lucha, los mismos micrófonos compartiendo a voces la misma sonrisa de futuro, las mismas manos consagrando el mismo cuerpo. Hemos visto la misma vida.

Y ahora, trece años después, estáis ahí, rotas, enfrente de mis ojos. Habéis terminado, para mayor desazón, de una forma por demás poco heroica. Os habéis roto sin más, fruto del desgaste y del ver tanto. No os rompió con agresividad de un porrazo un policía, no desaparecisteis en medio de una carrera frenética ante el ejército en Choloma, ni si quiera caísteis a causa de la violencia desprendida por el choque pasional de dos cuerpos desnudos. Os habéis roto, sin más, para recordarme que una época acaba y quedaros ahí, agotadas, encima de mi escritorio.

Vuestros detractores, esos que llevan años diciéndome que os jubile, que sois feas, que estáis descuadradas y sucias, los mismos que señalaban con asombro la marca que dejabais en mis sienes, me dirán que ya era hora, que me ponga otras y punto. Así, de un día para otro, sin tiempo para posarlo. Que me ponga otras. Como si al dejar una relación uno pudiera comenzar otra ese mismo día. Y, claro está, llegarán otras, fruto de la necesidad, que verán otras cosas que ya no serán estas y no serán mejores ni tampoco peores.

De las primeras cosas que compartiré con «las otras», y que quiero compartir también con vosotras aunque sea de palabra en esta noche fría, serán los derribos que para este martes día 9 están planeados en El Gallinero. Se estrenarán fuerte. Quién sabe si tanto como para acabar en ese mismo día en el punto en el que vosotras ahora os encontráis. Verán, como ya vierais, el infame despliegue policial, las palas destructoras, la impasibilidad de los funcionarios del Ayuntamiento, las familias indefensas e impotentes y quién sabe si, tal vez, cientos de compañeros, amigos y vecinos dispuestos a parar todo ese absurdo desde las siete de la mañana al calor del café recién hecho de doña Lucía. Empiezan, como veis, siguiendo vuestra estela y eso me da algo de fuerzas.

Sin embargo y con todo, vosotras estáis ahí, frías ya, encima de la mesa y yo estoy llorando como un idiota.

Comentarios

5 comentarios en “A unas gafas rotas.

  1. No llores por ellas, alégrate de la de cosas que te han hecho ver en todos estos años… creo que incluso te han abierto los ojos al mundo que nos rodea. Una gran pérdida sin duda pero es el ciclo sin fin… (ya lo decía el rey león)

    Publicado por Albertez | 8 octubre, 2012, 0:48
  2. Coge la cinta adhesiva y pegalas, o cinta aislante… o algo!!! que me muero de tristeza!!!

    Publicado por Antonieta Rodríguez Gaona | 8 octubre, 2012, 9:10
  3. Miguel Angel; eres genial.
    Me recuerda tu emotiva loa a unas gafas rotas (ya han durado!!!), la canción de Serrat a las moscas, o todos aquellos homenajes a las cosas sencillas.
    Espero tener como bien dices, un tiempo de calidad para escribirte o conversar.
    Un fuerte abrazo de tus amigos, Alfonso y Paloma.

    Publicado por José Alfonso Delgado | 8 octubre, 2012, 10:05
  4. Ahora me siento culpable, por haber dicho día tras día Miguel Ángel cámbiate ya» esas gafas» que las tienes tatuadas hijo por dios ; LO SIENTO, seguro que las nuevas te quedaran estupendas y vivirás momentos,y acontecimientos muy importantes te quiero un beso.

    Publicado por Anónimo | 8 octubre, 2012, 14:27
  5. Gracias Miguel Ángel, por explotar la sencillez de las cosas que cada días nos acompañan. Te cuento que yo ahora también uso gafas, y comienzo a quererlas. Ya me estaba costando trabajo acostumbrarme a ellas.
    Abrazos fuertes.
    Karla

    Publicado por Anónimo | 11 octubre, 2012, 15:01

¿Qué te ha parecido? Deja tu comentario

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

¡Hazte con el libro ‘Cuaderno de Bitácora’ de el Mundo de Mañana!

La cita del mes

"No hay nada más poderoso en el mundo que una idea a la que le ha llegado su tiempo".

-Víctor Hugo-

Enter your email address to follow this blog and receive notifications of new posts by email.

Únete a otros 3.654 suscriptores

Este blog funciona bajo licencia Creative Commons

A %d blogueros les gusta esto: